La vuelta del Martín Fierro, Canto XXIII
Un nápoles mercachifle
que andaba con un arpista
cayó también en la lista
sin dificultá ninguna;
lo agarré a la treinta y una
y le daba bola vista.
Se vino haciendo el chiquito,
por sacarme esa ventaja;
en el pantano se encaja,
aunque robo se le hacía:
le cegó Santa Lucía
y desocupó las cajas.
Lo hubieran visto afligido
llorar por las chucherías;
"ma gañao con picardía"
"decía el gringo y lagrimiaba,
mientras yo en un poncho alzaba
todita su merchería.
Quedó allí aliviao del peso
sollozando sin consuelo,
había cáido en el anzuelo
tal vez porque era domingo,
y esa calidá de gringo
no tiene santo en el cielo.
Pero poco aproveché
de fatura tan lucida:
el diablo no se descuida,
y a mí me seguía la pista
un ñato muy enredista
que era Oficial de partida.
Se me presentó a esigir
la multa en que había incurrido,
que el juego estaba prohibido,
que iba a llevarme al cuartel;
tuve que partir con él
todo lo que había alquirido.
Empecé a tomarlo entre ojos
por esa albitrariedá:
yo había ganao, es verdá,
con recursos, eso sí;
pero él me ganaba a mí
fundao en su autoridá.
Decían que por un delito
mucho tiempo anduvo mal;
un amigo servicial
lo compuso con el Juez,
y poco tiempo después
lo pusieron de Oficial.
En recorrer el partido
continuamiente se empleaba,
ningun malevo agarraba,
pero tráia en un carguero
gallinas, pavos, corderos
que por áhi recoletaba.
No se debía permitir
el abuso a tal estremo:
mes a mes hacía lo mesmo,
y ansí decía el vecindario,
"este ñato perdulario
"ha resucitado el diezmo".
La echaba de guitarrero
y hasta de concertador:
sentao en el mostrador
lo hallé una noche cantando
y le dije: "co... mo. ... quiando
con ganas de óir un cantor".
Me echó el ñato una mirada
que me quiso devorar;
mas no dejó de cantar
y se hizo el desentendido,
pero ya había conocido
que no lo podía pasar.
Una tarde que me hallaba
de visita... vino el ñato,
y para darle un mal rato
dije fuerte "Ña... to... ribia
"no cebe con la agua tibia",
y me la entendió el mulato.
Era el todo en el Juzgao,
y como que se achocó
áhi no más me contestó:
"Cuanto el caso se presiente
"te he de hacer tomar caliente
"y has de saber quién soy yo."
Por causa de una mujer
se enredó más la cuestión:
le tenía el ñato aflición,
ella era mujer de ley,
moza con cuerpo de güey,
muy blanda de corazón.
La hallé una vez de amasijo,
estaba hecha un embeleso,
y le dije: "Me intereso
"en aliviar sus quehaceres,
"y ansí, señora, ai quiere
"yo le arrimaré los güesos.
Estaba el ñato presente,
sentado como de adorno;
por evitar un trastorno
ella, al ver que se dijusta,
me contestó: "Si usté gusta
"arrímelós junto al horno."
Ahi se enredó la madeja
y su enemistá conmigo;
se declaró mi enemigo,
y por aquel cumplimiento
ya sólo buscó el momento
de hacerme dar un castigo.
Yo véia que aquel maldito
me miraba con rencor,
buscando el caso mejor
de poderme echar el pial;
y no vive más el lial
que lo que quiere el traidor.
No hay matrero que no caiga,
ni arisco que no se amanse;
ansí yo, desde aquel lance
no salía de algún rincón,
tirao como el San Ramón
después que se pasa el trance.