La vuelta del Martín Fierro, Canto XXV
Después de muy pocos días,
tal vez por no dar espera
y que alguno no se fuera,
hicieron citar la gente
pa riunir un contingente
y mandar a la frontera.
Se puso arisco el gauchaje;
la gente está acobardada;
salió la partida armada
y trujo como perdices
unos cuantos infelices
que entraron en la voltiada.
Decía el ñato con soberbia:
"Esta es una gente indina;
"yo los rodié a la sordina,
"no pudieron escapar;
"y llevaba orden de arriar
"todito lo que camina."
Cuando vino el comendante
dijieron: "¡Dios nos asista!"
llegó y les clavó la vista,
yo estaba haciéndomé el sonzo,
le echó a cada uno un responso
y ya lo plantó en la lista.
"Cuadráte, le dijo a un negro,
te estás haciendo el chiquito
cuando sos el más maldito
que se encuentra en todo el pago;
un servicio es el que te hago
y por eso te remito."
A OTRO
"Vos no cuidás tu familia
ni le das los menesteres;
visitás otras mujeres
y es preciso, calabera,
que aprendás en la frontera
a cumplir con tus deberes."
A OTRO
"Vos también sos trabajoso;
cuando es preciso votar
hay que mandarte llamar
y siempre andás medio alzao,
sos un desubordinao
y yo te voy a filiar "
A OTRO
"¿Cuánto tiempo hace que vos
andas en este partido?
¿Cuántas veces has venido
a la citación del Juez?
No te he visto ni una vez,
has de ser algún perdido."
A OTRO
"Este es otro barullero
que pasa en la pulpería
predicando noche y día
y anarquizando a la gente;
irás en el contingente
por tamaña picardía."
A OTRO
"Dende la anterior remesa
vos andás medio perdido;
la autoridá no ha podido
jamás hacerte votar:
cuando te mandan llamar
te pasás a otro partido."
A OTRO
"Vos siempre andás de florcita,
no tenés renta ni oficio;
no has hecho ningún servicio,
no has votado ni una vez:
marchá... para que dejés
de andar haciendo perjuicio."
A OTRO
"Dame vos tu papeleta,
yo te la voy a tener;
ésta queda en mi poder,
después la recogerás,
y ansí si te resertás
todos te pueden prender."
A OTRO
"Vos, porque sos ecetuao
ya te querés sulevar;
no vinistes a votar
cuando hubieron eleciones:
no te valdrán eseciones,
yo te voy a enderezar."
Y a este por este motivo
y a otro por otra razón,
toditos, en conclusión,
sin que escapara ninguno,
fueron pasando uno a uno
a juntarse en un rincón.
Y allí las pobres hermanas,
las madres y las esposas
redamaban cariñosas
sus lágrimas, de dolor,
pero gemidos de amor
no remedian estas cosas.
Nada importa que una madre
se desespere o se queje;
que un hombre a su mujer deje
en el mayor desamparo;
hay que callarse, o es claro,
que lo quiebran por el eje.
Dentran después a empeñarse
con este o aquel vecino;
y como en el masculino
el que menos corre vuela,
deben andar con cautela
las pobres, me lo imagino.
Muchas al Juez acudieron,
por salvar de la jugada;
él les hizo una cuerpiada,
y por mostrar su inocencia,
les dijo: "Tengan pacencia
"pues yo no puedo hacer nada."
Ante aquella autoridá
permanecían suplicantes;
y después de hablar bastante,
"yo me lavo, dijo el Juez,
"como Pilatos, los pies:
"esto lo hace el Comendante."
De ver tanto desamparo
el corazón se partía;
había madre que salía
con dos, tres hijos o más.
por delante y por detrás,
y las maletas vacías.
¿Dónde irán, pensaba yo,
a perecer de miseria?
Las pobres si de esta feria
hablan mal, tienen razón;
pues hay bastante materia
para tan justa aflición.