Los gauchos de Sarmiento frente a los gauchos de Hernández
Algunos comentarios preliminares
En el presente trabajo quiero desarrollar dos miradas antagónicas acerca del gaucho, que se expresan por un lado en Facundo de Sarmiento y por otro en la obra de José Hernández. Antes que nada me gustaría hacer algunas precisiones acerca del contexto sociopolítico en el que las distintas obras se situaron.
Facundo ( 1845) es la obra que Sarmiento escribe en medio del exilio, expulsado por el régimen rosista, que lo había censurado como periodista e intelectual, habiéndolo incluso hecho pasar por las manos poco cariñosas de los mazorqueros.
Sarmiento, con una intencionalidad política manifiesta y bajo el apuro de denunciar al régimen rosista y difundir sus ideas, escribe el Facundo, en un contexto en el que "la barbarie" se había apoderado de las ciudades, principalmente de la que a él más le preocupaba: la próspera Buenos Aires. Los caudillos, erigidos sobre una base social de apoyo conformada por el gaucho, habían ganado la guerra civil desatada contra los unitarios, quienes se vieron obligados a exiliarse, junto con otras tantas "mentes brillantes" a las que el régimen rosista agredía sistemáticamente con su política "bárbara". Sarmiento, que había visto con sus propios ojos la prosperidad floreciente de un proyecto político al que Rivadavia estimulaba con sus impulsos modernizantes, contemplaba impotente desde el exilio cómo todo se derrumbaba bajo el régimen de los caudillos, que se unían bajo el mando absoluto de la figura de Rosas.
Rosas y los caudillos, según nos cuenta Sarmiento, estaban sumiendo a la Argentina en la barbarie, imponiendo un régimen dictatorial que suprimía las libertades y los derechos esenciales del hombre libre. Su forma de ejercer la autoridad era semejante a la de los dictadores de Oriente o África, es decir, el mundo atrasado e incivilizado, donde el temor y la admiración que despierta el jefe político son los principales motivos que suscitan la obediencia, a diferencia de los "pueblos civilizados", donde lo que los líderes mandan o lo que los súbditos obedecen, está dentro de los parámetros que dictan las leyes, basadas en una constitución: un pacto escrito que protege las garantías y los derechos esenciales de las personas.
El gaucho que va a dibujar la pluma de Sarmiento va a estar influenciado por todo este contexto, donde la guerra civil que sucedió al período independentista aún no estaba saldada, el Estado argentino era todavía un proyecto, y la ilustración ejercía un peso decisivo en los trazos que aquella pluma delineaba.
Para la época en que Sarmiento publica su obra, el gaucho, para determinados sectores, va a ser un gran problema: era la principal base social de apoyo de los caudillos que como Facundo Quiroga, Estanislao López o Artigas, habían cosechado un poder que los tornaba inmanejables políticamente; se constituyeron en los principales protagonistas de sus ejércitos -las montoneras- que habían desplazado del gobierno a los unitarios, derivando de ello un régimen unipersonal que concentraba todo el poder en la figura de Rosas. Este régimen, según nos cuenta Sarmiento, proscribirá las libertades civiles, censurará a la prensa, y desarrollará una política que va a impedir a Bs. As. y al resto de las provincias entrar en la senda del progreso: se prohíbe la libre navegación de los ríos, con lo cual la actividad económica que podría florecer de las regiones cercanas a ellos queda imposibilitada.
A su vez, como consecuencia del hostigamiento hacia los hombres de letras y los intelectuales, "mentes brillantes" emigran hacia otros países –como le ocurre al propio Sarmiento o a Alberdi- con lo cual la Argentina quedaba privada de la posibilidad de experimentar el florecimiento intelectual del que habían gozado las grandes naciones civilizadas de Europa o Estados Unidos, donde la ilustración y el pensamiento democrático habían calado tan hondo.
De esta forma, sin comercio, sin industria, sin hombres de letras que conocieran y difundieran las ideas de Rousseau, Montesquieu, Diderot o Voltaire, sin el espíritu del progreso propio de los ciudadanos del mundo civilizado, que habían conducido a sus naciones por la senda de la prosperidad, Argentina no podría modernizarse ni constituirse en una república democrática. Por el contrario, seguiría atada al atraso y a la "barbarie".
A partir de todas estas ideas, Sarmiento se propone rastrear las causas históricas, sociales y culturales –pero también medioambientales- que impiden a la Argentina entrar en la senda del progreso. Es ahí donde entra en escena el gaucho y la pampa, como realidades problemáticas a las que Sarmiento intentará darle una solución.
Otro tipo de gaucho nos encontramos cuando abrimos las páginas de Martín Fierro, que fue escrito en otro momento histórico (se publica la primera parte de la obra en 1872).
Antes de introducirnos en esta obra, quiero hacer una breve reflexión. Tal vez en la actualidad nos resulte difícil pensar en "el" gaucho, como una entidad cerrada sobre si misma y ajena al devenir histórico, puesto que fue precisamente ese devenir el que lo fue trasformando en el tiempo, a la vez que el gaucho fue reposicionándose social y políticamente, para adoptar nuevos roles y desafíos. Con esto lo que quiero decir es que una cosa es pensar en el gaucho como el mestizo, descendiente inmediato de la cruza entre el indio y el español, que recorría libremente la llanura pampeana en busca del cimarrón, y otra cosa es pensarlo como el peón que a fuerza de la extensión de la estancia ganadera tuvo que "sedentarizar" su vida, para entrar al tipo de mercado de trabajo que el modelo de acumulación en ciernes necesitaba para consolidarse.
El primer tipo de gaucho al que aludimos fue el que se lanzó al experimento, en una llanura que no le ofrecía más obstáculos que las fieras con las que se podía topar en el camino, o el encuentro violento con algún malón de indios que pudiese resultarle hostil. Pero en todo caso, las investigaciones históricas nos dicen que al menos este gaucho podía errar libremente por campos en los que el alambrado todavía no había delimitado los lugares prohibidos y las autoridades no estaban en su búsqueda.
Ese gaucho vivía de su habilidad para sustraer de la naturaleza su sustento diario. Quiero decir, su destreza como jinete, su habilidad para cazar el ganado salvaje o hacer artesanías de cuero, le permitían sostener las vaquerías como una actividad vital, gracias a la cual podía reproducirse socialmente.
El otro gaucho –al que va a hacer alusión la obra de Hernández- ya convertido en peón de estancia, va a encontrarse con obstáculos que delimitarán el espacio por el cual puede moverse -el alambrado le va a marcar la propiedad inviolable, dentro de la cual ya no puede circular- y lo exhortarán a cumplir una función útil para la sociedad y para la clase terrateniente que por ese entonces se estaba consolidando: este gaucho va a tener que trabajar para un patrón, en relación de dependencia, para lo cual tendrá que procurarse un lugar fijo de residencia. Es así como a partir de aquí va a tener que adoptar comportamientos y costumbres funcionales al tipo de sociedad y al modelo de acumulación que se estaba gestando.
Concretamente, podemos decir que a mediados del siglo XVIII, como consecuencia de la desaparición del ganado salvaje y de la valorización del cuero -junto con la concentración de tierras que llevó a la consolidación de la gran hacienda- el gaucho de las vaquerías empieza a cederle lugar al gaucho-peón de estancia. Pero este tránsito no se produce sin conflicto. Tanto la clase terrateniente en formación, como las autoridades políticas, comenzaron a re-significar la existencia del gaucho: éste pasó a ser visto como parte de un sector social al que había que domesticar, fijándolo a un lugar de trabajo, y exhortándolo a que forje una disciplina laboral.
Aquellos que no pudieron, o no quisieron, adaptarse a las nuevas pautas de vida y siguieron recorriendo los campos sin rumbo fijo, sin morada definitiva, o sin el papel firmado por el juez de paz o "el patrón de estancia" que certificara que estaba comprometido en una actividad laboral, pasaron a ser objeto de persecución. Las autoridades los vieron como sospechosos –podían robar ganado, o ser criminales fugitivos- y cuando los capturaban solían enviarlos a "la frontera", es decir a los límites territoriales que dividían las zonas que ya habían sido conquistadas de aquellas que todavía estaban en manos del indio. Es así como se fue gestando un régimen social de acumulación (intrínsecamente ligado a un sistema de ideas, que no necesariamente eran un subproducto del mismo) que entró en contradicción con los hábitos del gaucho, generando una confrontación en la que el régimen no contempló otra posibilidad que no fuera la de disciplinar al gaucho o, de ser imposible, recluirlo –en las cárceles o en la frontera- para que no representase un obstáculo para el tipo de sociedad que se quería construir. Martín Fierro constituye un intento de comprender y resaltar la situación del gaucho sumido en esta tensión. Pero empecemos, para ir por orden cronológico, por el gaucho que aparece en Facundo.
Los gauchos que pintó Sarmiento
El Facundo constituye un análisis del gaucho argentino a través de la personalidad y el hombre político de Facundo Quiroga, un caudillo que crece en las llanuras riojanas, que como muchos gauchos –pensará Sarmiento- llevó una vida errante, sin rumbo fijo, sólo con su caballo y su cuchillo, sin sentirse atado a nada: ni a un territorio en particular, ni a la escuela a la que de pequeño concurrió (Facundo se iba de la escuela cuando quería, golpeaba a las maestras, las desafiaba, es decir, nunca pudo someterse a la autoridad). Vivió casi en un estado de naturaleza, teniendo que ser más fuerte que la naturaleza misma, ganarse la vida (Sarmiento nos cuenta en este sentido una anécdota en la que perseguido por un tigre que lo quiere devorar, Facundo, con la ayuda de sus amigos, se abalanza sobre la fiera y la destroza con su cuchillo).
Es decir, este gaucho cultivó, de pequeño, modales rudos, se hizo valiente a fuerza de sobrevivir en un medio hostil, a la vez que se hizo fuerte y, fundamentalmente, bruto. Pero vivió al margen de la ley, matrero, perseguido. Su ámbito de encuentro eran las pulperías, donde se emborrachaba, jugaba, y terminaba en gresca con otros paisanos: era el momento en donde el cuchillo y la muerte definían la contienda.
La llanura, la pampa o la extensión, contribuyen a modelar la figura de este gaucho. La extensión es libertad sin límites, es misterio de donde pueden surgir los sentimientos más irracionales y hasta las alucinaciones o el abismo. No está poblada, sólo hay pequeños pueblitos separados por miles de kilómetros, incomunicados. En el medio está el desierto, los indios que atacan con sus malones y saquean todo lo que encuentran. No hay caminos, no hay posibilidad de un comercio estable, porque todo es inseguro. El costo del transporte recarga mucho el precio de las mercaderías.
Sólo existe posibilidad de crecimiento, desarrollo del comercio y de la industria, en las ciudades. El ejemplo es Bs. As. , donde hay extranjeros, de origen europeo, instruidos, que han leído las ideas de la Ilustración, que tienen buenas costumbres, refinadas, educados, civilizados.
Residen en un lugar fijo, se adaptan a las leyes, a la vida en sociedad, en fin, a la civilidad. De chicos asisten a la escuela, de grandes se dedican a su trabajo, a progresar, a ganar dinero. Porque la vida en la ciudad despierta necesidades, y eso lleva a querer "tener más" y mejorar la calidad de vida. En cambio el gaucho no necesita nada. Vive tranquilo con su caballo, su cuchillo, su poncho y su boleadora. Es frugal, y eso lleva al atraso, porque ¿qué industria puede florecer, qué comercio, con una persona que se siente bien sin consumir, con lo poco que tiene, que ni siquiera le interesa leer, porque la sabiduría que tiene le alcanza para manejarse con éxito en su medio natural?.
El gaucho es un obstáculo para traer la Europa civilizada y sus costumbres. La pampa también. Facundo, caudillo, tirano, arbitrario y despótico, es el producto de todo esto. Puede ejercer su tiranía sólo entre gauchos que lo admiran , le temen, o lo respetan. Rosas puede gobernar del mismo modo, gracias a las mismas circunstancias, porque la barbarie se extendió por toda las ciudades hasta abalanzarse sobre Bs As. La base de la dictadura rosista es el gaucho y sus costumbres, la pampa y su extensión.
El gaucho es una persona que hace gala de conservar sus tradiciones, vestir siempre con su chiripa, su poncho, mientras que rechaza la levita, el frac, la moda que llega a Bs. As. gracias a que es una ciudad portuaria, abierta al mundo. La moda es sinónimo de libertad, de no estar atado a un tradición, de ir cambiando el modo de vestir, los usos y costumbres. Pero el gaucho desdeña todo esto. No conoce otro mundo que el que lo rodea, siempre igual, eternamente inmutable. Es un bárbaro, un tártaro. Son muchas las similitudes que Sarmiento encuentra entre la tiranía de los caudillos y las tiranías asiáticas o africanas.
Facundo, es decir, un tipo ideal de gaucho argentino, tiene dificultades para vivir bajo los parámetros de la ley, porque creció en un estado de naturaleza, obedeciendo sólo a sus instintos, y eso lo lleva a chocar con sus pares por una mujer, por una payada, por una borrachera, y así nace la pelea y la muerte.
Muchos gauchos deambulan sin llevar el "conchavo" -lo que mostraría que trabaja para un estanciero, certificado por él y por el juez de paz-. De esta forma, suelen quedar enfrentados a la autoridad que se ve obligada a perseguirlos , a detenerlos o a mandarlos a la frontera para que cumplan alguna función útil. La mirada de Sarmiento es por tanto la mirada de alguien que piensa en la construcción de un Estado, por eso se sitúa desde las necesidades del poder central, y busca los obstáculos que impiden estructurar ese poder. Por el contrario, la mirada de Hernández, se sitúa más abajo, en la repercusión que tiene en el gaucho la aplicación del proyecto liberal europeísta que Sarmiento contribuyó a diseñar.
Para Sarmiento el Gaucho ni siquiera tiene las aptitudes que se requieren para formar un ejército profesional, disciplinado, con cadena de mando-obediencia, con disciplina para adiestrarse en el arte de la guerra. Por eso es hábil sólo para formar las montoneras, que son como malones que atacan de modo desordenado, basando toda su estrategia en las fuerzas de caballería.
La mirada negativa de Sarmiento respecto al gaucho hay que entenderla dentro del contexto en que se escribe Facundo. Es decir, un Sarmiento exiliado, en plena dictadura Rosista, que sufre como periodista e intelectual la censura en carne propia. A su vez, escribe su obra apurado por los acontecimientos y por provocar un efecto político en los lectores. Este elemento, sumado a otros, no le dio tiempo a despegar la figura de Rosas como tirano respecto al gaucho a quien veía como el elemento esencial que formaba la plataforma social de la dictadura rosista.
Si bien Sarmiento tiene una concepción antropológica negativa acerca del gaucho, no debemos entender que se trata de una visión pesimista acerca de la naturaleza humana. Las características del gaucho están determinadas por el lugar en el que vive, por la forma en que se educó y creció. Pero el hombre en sí mismo, no es visto como "el lobo del hombre", al menos en Facundo.
Estas reflexiones las podemos registrar en algunos pasajes de Facundo, cuando Sarmiento habla acerca de la obra que va a realizar el futuro e hipotético gobierno que reemplace a Rosas:
"Porque él -nos dice acerca de Rosas- ha desenvuelto todos los malos instintos de la naturaleza humana………el nuevo gobierno ..…trabajará por estimular las pasiones nobles y virtuosas que ha puesto Dios en el corazón del hombre....".
En otro pasaje nos dice lo siguiente:
"…..es desconocer mucho la naturaleza humana creer que los pueblos se vuelven criminales, y que los hombres extraviados que asesinan, cuando hay un tirano que los impulse a ello, son, en el fondo, malvados. Todo depende de las preocupaciones que dominan en ciertos momentos, y el hombre que hoy se ceba en sangre, por fanatismo, era ayer un devoto inocente, y será mañana un buen ciudadano, desde que desaparezca la excitación que lo indujo al crimen…".
Es decir, los gauchos que hoy –pensará Sarmiento- apoyan la dictadura rosista, o se suman a sus crímenes constituyéndose en eslabones funcionales de su máquina del terror, están siendo estimulados por un régimen que desata sus instintos más salvajes. Eso no quiere decir que sean irrecuperables, o que sean esencialmente malos. Habrá un futuro gobierno, que encaminándose por la senda de la razón y del progreso, los conducirá por los caminos del buen ciudadano.
En este punto queda planteada, a nivel teórico, una oportunidad para el gaucho, un lugar en el nuevo régimen que supuestamente reemplazará a Rosas. Pero, para que el gaucho tenga un lugar en aquel régimen, Sarmiento le pide demasiado: debe dejar de ser gaucho.
Estas últimas reflexiones, si bien no forman parte del texto literal de la obra de Sarmiento, se desprenden de la lógica general con la cual está escrita. El gaucho, tal como lo ve Sarmiento cuando escribe Facundo, sería inútil para el tipo de proyecto político y social que él está pensando. Un proyecto en el que para salir de la barbarie –los caudillos, Rosas, el modo de vida del gaucho argentino- hay que importar la civilización, que se caracteriza por estar en sus antípodas, con lo cual ambos términos se transforman en dos realidades incompatibles.
El proyecto socio-político que se terminó imponiendo en la Argentina, extrajo en parte propuestas y visiones planteadas por Sarmiento en Facundo. La opción dicotómica entre civilización o barbarie representa una de ellas. Las consecuencias que esto generó en el tejido societal vernáculo, del que el gaucho formaba parte, constituyeron los móviles que llevaron a José Hernández a escribir Martín Fierro.
El gaucho bajo la pluma de José Hernández
Martín Fierro, en una de sus estrofas iniciales, nos cuenta algo acerca del gaucho y de su vida antes de que se tope con la ley o la autoridad:
"……mi gloria es vivir tan libre
como el pájaro del cielo
no hago nido en este suelo
ande hay tanto que sufrir;
y naides me ha de seguir
cuando yo remonto vuelo….".
Es decir, aquí tenemos al gaucho errando por las pampas, sintiéndose libre, en su ambiente natural: es el gaucho que tipificamos al comienzo.
Pero más adelante nos cuenta cómo empieza su pesar:
"……pero empecé a padecer
me echaron a la frontera
¡y qué iba a hallar al volver
tan sólo hallé una tapera!.....".
Es así como comienza el padecimiento de Fierro, que por haber concurrido a la pulpería –uno de los pocos lugares de encuentro o de esparcimiento que tenía el gaucho en ese momento- fue capturado por el Juez de Paz y enviado más tarde a la frontera. Los jueces de Paz, los comandantes de frontera, y en general todas las autoridades que Hernández cita en su poesía, aparecen para dejar en blanco sobre negro cuál era la función del gaucho en ese momentos histórico particular: cargar sobre sus espaldas la tarea de consolidar y extender el Estado Nacional que se pretendía construir. Así es como la frontera se transformaba en un lugar de reclusión, donde el gaucho defiende el territorio de los embates de los indios, a la vez que realiza tareas productivas generalmente mal remuneradas:
"….primero sembré trigo
y después hice un corral,
corté adobe pa’ un tapial
hice un quincho, corté paja-
la pucha que se trabaja
sin que le larguen ni un rial…..".
La carga de sostener los fortines, es doblemente pesada para el gaucho en la medida en que, según los lamentos de Fierro, no se lo provee de armas, de vestimenta adecuada o alimentos suficientes para poder afrontar los desafíos que se le presentan. Queda de esta forma el gaucho expuesto a los ataques de los indios que, sin darle tiempo a pertrecharse, lo toman por sorpresa y arrasan con todo, llevándose lo poco que tiene.
Las autoridades y los comandantes de frontera, por otra parte, se distribuyen discrecionalmente los recursos, raciones o pertrechos destinadas a abastecer la tropa. "Los gringos", según nos cuenta Fierro, en nada contribuyen ya que no poseen las habilidades que el trabajo en la frontera demandan. Aún así, reciben un trato especial por parte de la autoridad, con lo cual aumenta la indignación del gaucho.
Martín Fierro constituye un extenso poema –y si se prefiere una novela relatada poéticamente- que encierra la desdicha de un gaucho que se encuentra solo frente al mundo, amenazado y perseguido por la autoridad dentro de su tierra, o por los indios en los fortines. Es en todo caso el relato que tal vez millares de gauchos no pudieron contar, condenados a vivir en los confines de una historia que se estaba construyendo sin incorporarlos como protagonistas.
Cuando hablo de la soledad del gaucho, tan trabajada en el poema de Hernández, me refiero a la situación de un Martín Fierro que desde el momento en que, es apartado de su familia, padecerá una vida condenada al destierro, sin saber lo que le ocurre a su mujer o a sus hijos, en un mundo que les es ajeno y hostil, donde ya no podrá decidir su destino porque ni siquiera su cuerpo le pertenece. Frente a esta situación tan adversa, a Martín Fierro no le queda otra alternativa que huir de la frontera para volver con su familia. Pero cuando lo hace se sorprende al no encontrar nada de lo que antes había dejado: mujer, hijos, ni siquiera rancho. Es en ese punto, después de padecer la frontera, y de sentirse arrancado de sus seres queridos y ultrajado por la autoridad, que decide hacerse gaucho matrero, con lo cual Hernández deja en claro su posición acerca de las fuerzas que impulsan al gaucho a situarse al margen de la ley: son los abusos de la autoridad los que hacen del gaucho un ser fugitivo, más lejos de la ley cuanto más ella lo amenaza, lo enviste, lo encierra o le quita sus bienes y sus afectos.
Una vez que Fierro se encuentra sin su rancho, sin su mujer y sus hijos, se siente "como un tigre al que le roban sus cachorros". Todo ese resentimiento lo va a canalizar por donde suelen hacerlo los pobres aún hoy: sin poder encontrar al responsable de sus males hunden el puñal en el que tienen más cerca, por medio de un acto reactivo, despojado de toda premeditación.
Es eso lo que representa la escena donde Fierro, borracho, mata al moreno en el baile. Fierro, en medio de su desdicha, se había enterado de que habría un baile en donde podría encontrarse con muchos amigos o tal vez con sus hijos. Esto le genera la alegría que lo lleva a concurrir y a emborracharse. Pero un gaucho desdichado, que se emborracha para escapar por un momento de sus pesares, bien puede transformarse en un gaucho descontrolado, que necesita adrenalina para sentirse vivo.
En el baile encuentra una morena por la que se siente atraído. La provoca: "…vaca…yendo gente al baile…..". La morena responde ofendida y Fierro queda enredado en una discusión que en seguida atrae al moreno que la acompañaba: el moreno "había estado juntando rabia", nos cuenta Fierro. La tensión se resuelve en un enfrentamiento a cuchillo entre Fierro y el moreno que pone fin a la vida de este último.
Es en esta escena donde, repito, podemos ver gráficamente qué tipo de desenlace puede tener la vida de un gaucho, y si se quiere la de un pobre –un cabecita negra de nuestros días que tal vez mucho tenga de sangre gaucha- que condenado política y socialmente se entrega al escape que representa un momento de adrenalina. Tanto en 1872 –momentos en que se publica la primera parte del Martín Fierro- como en la actualidad. Hoy son las bailantas, donde concurren los morenos que alguna vez vivieron en el campo -o cuyos padres o abuelos lo hicieron- y ayer eran las pulperías.
En ambos casos se trata de la diversión y del espacio de encuentro social de un sector marginado o expulsado de una civilización que eligió un modelo de progreso en el cual ellos no tienen lugar. Hoy y ayer: espacios donde explota de golpe el resentimiento que la marginación alimenta día a día, para que finalmente se dispare de esta forma, entre los mismos gauchos, los mismos pobres, ya que los dispositivos de control social no permiten que se proyecte en otra dirección.
Pero estábamos con Martín Fierro en su momento matrero. Profundicemos un poco en esta situación. Por gaucho matrero podríamos entender distintas cosas, pero lo que a mí me sugiere la idea es a una persona que, en un intento de escaparse de la autoridad que la oprime, se lanza a vivir libremente, a campo abierto, sin otra ley que la que le dicte su conciencia, en una situación donde la amenaza es permanente: el juez –y si se quiere el mismo Estado- lo busca para enviarlo a la frontera; el sistema político lo necesita como instrumento que lo legitime aunque sea de modo fraudulento. Es decir, el gaucho en su condición de matrero, es un ser inútil, que no está sirviendo para satisfacer las necesidades sociales de reproducción del régimen sociopolítico dominante.
Para este régimen, un gaucho que no reside en un punto fijo, que no está ligado a un acuerdo laboral con un patrón, que no se alista en las tropas que van a defender la frontera contra el indio, o que ni siquiera sirve para legitimar electoralmente a las autoridades del régimen, no sólo no tiene utilidad pública alguna sino que incluso se transforma en un estorbo.
Porque el régimen social de dominación que se está gestando en esta época necesita a un gaucho domesticado, que cumpla con las funciones -o deberes sociales- a las que aludimos pero que además tenga la mínima capacidad de consumir , para que con esto se pueda desarrollar un mercado, sin el cual el modelo de acumulación no podría consolidarse. Es por eso que molesta tanto el gaucho matrero.
Con esto no quiero decir que la criminalidad que pudiese estar asociada a la vida del gaucho matrero no constituya también una de las causas por las cuales las autoridades del momento lo persigan. Es decir, la concepción del delito-castigo, predominante en aquel momento histórico, también nos ayuda a comprender la dinámica de aquella persecución.
Hecha esta aclaración, se nos abren algunos horizontes de análisis que nos permiten ampliar nuestra mirada acerca de aquel gaucho y de aquella época. Indudablemente existieron factores ideológicos, éticos, morales, que penetrando primero por los centros urbanos –como ocurrió con Bs. As. ciudad-puerto abierta a Europa, de donde llegaban con toda su potencia las ideas de la ilustración y del liberalismo- se extendieron paulatinamente hacia el resto del territorio, constituyéndose en fuerzas que dinamizaron el decurso de la historia.
Con la potencia de las flamantes ideas liberales e iluministas, una nueva concepción del mundo comenzaba a filtrarse por las pampas de Martín Fierro. Estas ideas, dejaron una huella profunda en cierta clase media urbana y en una aristocracia terrateniente en formación, que vieron en las naciones industrializadas de Europa y en Estados Unidos los modelos de referencia para una nación que se debía construir haciendo tabula rasa con su pasado. El paradigma que se encontraba detrás de estas ideas ha recibido y aún hoy recibe distintas denominaciones. En todo caso lo que nos interesa rescatar aquí es su centramiento en el sujeto racional, propietario de una verdad absoluta, relacionada con la evolución de occidente y con su historia. Newton y Descartes fueron tal vez los que sentaron las bases de este paradigma al que Edgar Morin denominó como paradigma de la simplicidad, o positivismo. Basando sus prácticas en este paradigma, occidente encontró la forma universal de catalogar al mundo y de llenarlo de sentido, a partir de verse él mismo en el centro de la escena. Los triunfos de la técnica, la revolución industrial, o las revoluciones políticas que venían a instalar el reino de la igualdad y de la libertad, le proporcionaban la evidencia que le permitían verse de ese modo. A los pueblos que no seguían su recorrido los catalogó como bárbaros, primitivos, salvajes, o bien periféricos.
El grito de Martín Fierro, es fruto de la herida que provoca este paradigma al atravesar el suelo pampeano. Es el grito no escuchado del gaucho que sufrió en carne propia su estigmatización. Quiero decir, ese paradigma no estaba en condiciones de aprehender conceptualmente de forma plural y abierta –en síntesis democrática- una figura como la del gaucho. Por el contrario, el gaucho aparecía como un ser primitivo, atrasado en "la marcha de la historia", ignorante, porque no conocía las verdades universales, fruto del ejercicio de la razón, que opera a través "la" lógica, que sólo occidente había llegado a conocer. Etnocentrismo o eurocentrismo: en ambos casos Martín Fierro queda sólo, des-encajado y primitivo con su caballo, su poncho y su cuchillo, que no hacen más que hablar de una vida en estado de naturaleza, incivilizada y bárbara.
Hasta ese momento, la historia había demostrado que el hombre progresa en la medida en que su conocimiento mejora sus posibilidades de comprender las leyes de la naturaleza para, a partir de allí, poder dominarla, explotarla y extraer riquezas que le sirvan no sólo para reproducirse como especie sino también para mejorar sus condiciones de vida.
El avance tecnológico cumplía en este sentido un rol fundamental: multiplicaba la productividad del trabajo humano y permitía obtener mayores riquezas con menores costos. De esta forma el hombre se iba diferenciando cada vez con mayor intensidad de la naturaleza y de los animales, obteniendo una forma de vida donde la comodidad, el confort e incluso el lujo, distinguía a quienes tenían éxito de quienes no lo obtenían en este recorrido hacia el progreso.
Este paradigma fue trasplantado a América de forma quirúrgica, sin tener en cuenta la realidad vernácula de la cual gauchos e indios formaban parte. La fórmula que se impuso fue la que propuso Sarmiento en Facundo: o se optaba por la civilización o se optaba por la barbarie. Así planteada la propuesta, cualquier opción que se adoptase eliminaría al otro extremo de la dicotomía. Como sabemos, finalmente se optó por "la civilización" y el que quedó fuera de juego fue el gaucho.
Frente a la agonía que sufre el gaucho -después de que este paradigma comienza a calar hondo al interior de sus llanuras- Martín Fierro representa una apuesta política que intenta poner luz sobre los rincones que el paso de la historia dejaba bajo sombras: "he relatao a mi modo, males que conocen todos, pero que naides contó", nos dice en uno de sus versos. Es tal vez por eso que la historia –a través de innumerables intelectuales- ha vuelto reiteradamente sobre Martín Fierro, siempre con intencionalidades o interpretaciones diferentes, confirmando de esta forma que el gaucho fue un sujeto políticamente molesto al que se vio o creyó obligada a eliminar.
Son muchas las cosas que se han dicho y se siguen diciendo acerca de la obra de Hernández. Particularmente, me llamaron la atención algunos puntos. Si volvemos sobre el tema del paradigma al que aludimos, que llega para chocar contra el modo de concebir el mundo del gaucho, pero finalmente para imponerse en esa lucha, podemos decir que se trató de dos concepciones antagónicas que libraron un combate cuyo resultado fue el predominio de una por sobre la otra.
Esta tensión la vemos en Martín Fierro, donde los gauchos exponen sus versos disculpándose por su "ignorancia". Pero –podríamos preguntarnos- ¿ignorancia respecto a qué? ¿ignorancia por qué? ¿de dónde salió la sentencia que le otorgó a su saber el titulo de "la ignorancia"?. Lo que en verdad ocurre, es que el relato de Fierro muestra un mundo en el que el resultado del choque entre aquellos saberes se resolvió en favor del hombre letrado, de la ciudad, culto, de linaje europeo, cuyas normas o razones se trasforman cada vez más en razón de Estado, en juez que persigue al gaucho, en comandante de frontera que lo hace trabajar, o en cárceles que lo recluyen.
Tal vez el recorrido triunfante del paradigma occidental sobre "la barbarie" también podemos rastrearlo en las palabras que el mismo Fierro destina al indio. Un ser ignorante, "bárbaro, cruel", que "todo lo arregla con lanza y con los gritos":
El indio pasa la vida
robando o echao de panza
la única ley es la lanza
a que se ha de someter
lo que le falta en saber
lo suple con desconfianza.
Otra vez, podríamos preguntarnos ¿Cuál es "el saber" que al indio le falta?. Sin duda, se trata del saber del que Martín Fierro conoce parte, porque él ya no es un indio. Su condición de mestizo le permite acceder a parte del saber occidental. Pero digo "parte", porque no lo posee en su totalidad, justamente por ser mestizo, lo cual lo lleva a seguir siendo un ignorante.
Martín Fierro –es decir José Hernández – tiene una relación con el indio, dentro de su relato, donde predomina la hostilidad y el rechazo. Aún compartiendo el destino que para ambos reservó la modernidad, gaucho e indios aparecen en la obra de Hernández en un estado de guerra que lo lleva a Martín Fierro a dedicarle los versos más hostiles y lapidarios. Pero aún así, su sentencia permanece en cierta ambigüedad que por momentos hace del indio un potencial aliado o por lo menos un modelo del que algo se podía aprender.
El aliado potencial aparece cuando Fierro le propone a Cruz cruzar el desierto para llegar a las tolderías:
Yo se que allá los caciques
amparan a los cristianos,
y que los tratan de <hermanos>
cuando se van por su gusto
a qué andar pasando sustos…
alcemos el poncho y vamos.
Pero en la segunda parte de la obra, cuando Cruz y Fierro llegan a las tolderías, tienen la mala suerte de encontrar a los indios "en parlamento" tratando el tema de las invasiones, y "…el indio en tal ocasión, recela hasta de su aliento...". Es decir, al encontrarlos en una situación de guerra, los trataron como enemigos. Es por eso que los recluyen y los mantienen cinco años cautivos. A partir de ahí el relato de Fierro hacia los indios se va a endurecer, destacando crueldades, atrocidades, "ignorancias". Todo lo cual no hace más que reflejar el clima de época en el que la guerra colocó a indios y a gauchos en bandos opuestos.
Tal como lo hemos dicho a lo largo del trabajo Martín Fierro y Facundo representan dos miradas encontradas respecto del gaucho. Ambas han sido relevantes y dejaron profundas huellas en la historia del pensamiento nacional. Pero si Facundo se constituyó en una de las plataformas de numerosos intelectuales que intentaron fundamentar la necesidad del progreso de cara a Europa y de espaldas a la realidad vernácula, tal vez Martín Fierro haya sido el plafón político y literario de algunos proyectos que quisieron romper con la dicotomía irreconciliable entre civilización y barbarie.
Bibliografía
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-Chamorro;Heraldo:"¿Quién fue elgaucho?"
http://www.revistaarabe.com.ar/noticias_elgaucho.asp
-Baler; Pablo: "Facundo, Civilización y Barbarie. Panfleto Épico: Apuntes para una poética del racismo, el autoritarismo y la egomanía en la Argentina". University of California at Berkeley. http://www.everba.org/summer03/facundo_pablo.htm
Autor: Mauro Paradiso
Estudiante de 5º año de Ciencia Política
Trabajo final presentado el 6 de marzo de 2006 en Facultad de Ciencia Política,
En ‘Proyectos Políticos Argentinos y Latinoamericanos, Prof. Horacio González
Universidad Nacional de Rosario