"Amalgama de Tierra y hombre"
Por Juan José Guiraldes
Al ocuparnos del Gaucho, este arquetipo de nuestra nacionalidad, debemos dedicar unos párrafos a sus antecesores: los conquistadores y los aborígenes. En aquel siglo XVI las españoles de la aventura – nativos de Andalucía y Extremadura en su mayoría – avanzaban por esa misma tierra que ahora camina el forastero. No se supo a ciencia cierta como pudieron hacerlo. Estos viajeros-aventureros-conquistadores jamas tuvieron conciencia de su hazaña. Sus nombres, muchísimos, quedaron anónimos y olvidados; algunos fueron recogidos en las memorias de viajeros; los mas, quedaron “extraviados” en el Archivo de Indias. En ocasiones, ni eso; el rol de tropa cayo al abismo o se lo llevo un golpe de mar. El Descubrimiento coincide con una época de esplendor en España. El comienzo colonizador y la subsiguiente imposición de nuevas formas de organización y de derechos, provocaron las primeras rebeliones de las etnias aborígenes. Ya poco seria igual al pasado en la tierra de la Conquista.
Los españoles crearon virreinatos gobernaciones y cabildos; establecieron encomiendas, fundaron ciudades, levantaron templos, mientras exploraban las selvas y atravesaban los desiertos. La epopeya española-indiana ya estaba instalada en lo que seria el ultimo continente descubierto.
En este pasado debemos incluir al habitante nativo: el aborigen (ab – origen= desde el principio) En América fue llamado “indio”, cuando se creía, por error, que Colón había llegado a las Indias. El papel del aborigen americano es de tal importancia que hace del tema nativo un hecho insoslayable en cuanto a determinar el origen y el protagonismo del Gaucho en nuestra historia.
El Gaucho comenzó destacándose en las vaquerías (modo primitivo de aprovechamiento del ganado vacuno) que junto con el caballar, se multiplicó prodigiosamente desde la época en la cual unos pocos animales de ambas especies fueron traídos a nuestra tierra. Para esa forma de cacería, consistente en desjarretear (cortarle las patas) al animal con una filosa cuchilla en medialuna, el Gaucho necesito del caballo e impuso un tipo de equitación muy singular. Entre 1550 y 1750 las vaquerías hicieron del gaucho un experto domador y un jinete que obtenía los recursos para sustentar su vida “changando” (haciendo changas) para quienes comercializaban el cuero y el sebo de los animales, fuente, casi única, de la riqueza del país en ese momento. El Gaucho nació y se hizo “de a caballo” como un autodidacta.
En la guerra, los Gauchos recibieron su bautismo de fuego antes de que naciera la Patria liberada. En 1806 se enrolaron en la reconquista del la Ciudad de Buenos Aires ante el desembarco del invasor británico.
Pusieron en acción su coraje y su destreza en el manejo del caballo y el sable como el lazo y las boleadoras.
Así, los gauchos demostraron coraje y aptitud de “hombres de a caballo”. Doce días después, los invasores capitularon (se dieron por vencidos). Pero estos volverían al año siguiente, para retirarse definitivamente, rechazados y vencidos por segunda vez.
Después del Pronunciamiento de 1810, al que llamamos “La Revolución de Mayo”, nacen los primeros ejércitos patrios. En ellos el Gaucho fue protagonista. Las tropas cargaban a sable o a lanza. Los Granaderos a Caballo del General San Martín fueron lo que en la actualidad denominaríamos un “cuerpo de élite”, famoso por el despliegue de sus escuadrones y sus legendarios “sables”.
Así, el Gaucho guerreo en las campañas emancipadoras (las guerras por la libertad) y en la efectiva ocupación del “Desierto” (que por más que se lo llamó “desierto” no estaba para nada vacío sino más bien ocupado por los indígenas), mientras la élite pampeana criolla comenzaban a producir la riqueza agropecuaria.
La lucha mas prolongada que tuvo el Gaucho fue en el “Desierto”. Las tribus indígenas (dueñas originarias de las tierras) enfrentaron en guerra al colonizador (al hombre blanco criollo, más a los gauchos) con ferocidad y sin tregua.
Las indiadas se defendieron peleando palmo a palmo la posesión de la tierra en que se asentaban aunque no tuvieran conciencia de “límites, de propiedad”, ni de “nacionalidad”.
En el “Martín Fierro”, José Hernández se describe al Indio con esta elocuendia:
“...tiemblan las carnes al verlo
volando al viento la cerda,
la rienda en la mano izquierda
y la lanza en la derecha;
Ande enderiza abre brecha
pues no hay lazazo que pierda”.
Las Campañas del Desierto son lo que distingue a una extensa época histórica de nuestro país.
A lo largo de casi cuatro siglos el “blanco” impuso las condiciones de la lucha. El Indio sobrevivía como podía a todas sus muertes. En sus retiradas establecía nuevas fronteras. Y desde allí, ejercía ante el hombre blanco la amenaza permanente y fantasmal del malón.
El Gaucho debía responder con más sangre derramada, nuevos fortines, más soledades y penurias.
El blanco criollo impuso un “régimen civilizado” (que de civilizado tenía bastante poco) a costa de muchas vidas, hubo muchas muertes, propias y de su rival (el indio).
El Indio fue el gra campeón por siglos en relación a su destreza con el caballo (nadie montaba mejor que los indios).
Dice José Hernández en su obra “Martín Fierro”:
“El pampa educa al caballo
como para un entrevero;
como rayo es de ligero
en cuanto el Indio lo toca;
y como trompo en la boca
da gueltas sobre de un cuero”.
En parecidas reflexiones, José Hernández, aconseja a los Gauchos a aprender del Indio estas condiciones.
Del primitivo poblador de estas tierras, además, el Gaucho recibió la herencia de saber soportar la soledad y las inclemencias del tiempo, proveerse el alimento, aguantar adversidad y luchar hasta el ultimo aliento.
También debemos afirmar que el gaucho heredó del indio su carácter libre (y no de “vago y mal entretenido”), como en forma despectiva se lo quiso menospreciar al gaucho principalmente a partir de Sarmiento que esa concepción tenía de los gauchos.
Quedó una tremenda historia de pajonales, poblados y rancheríos incendiados; de fortines, cautivas blancas (mujeres blancas raptadas por los indios) e indios muertos.
Quedó también una presencia: los Gauchos-soldados. Y la organización de las Estancias, verdaderas aldeas de pobladores rurales blancos, que es el lugar en donde el Gaucho se incorporará definitivamente a la “civilización” del país.
El gaucho es el primer habitante de estas poblaciones perdidas en el Desierto. Allí tomó fundamento su personalidad hospitalaria y su capacidad de arraigo. Pasó rápidamente de la intemperie desolada al rancho de adobe donde formo su familia, generalmente numerosa y a cuyos hijos crió a su imagen y semejanza (Esto aparece en la obra del Martín Fierro)
Después fue el hombre de Estancia, de las primitivas que levantaron los pioneros y de las contemporáneas fundadas el siglo pasado y que hoy son exponentes de la evolución del hombre de campo argentino.
Jorge Luis Borges decía de esos hombres: “Ciertamente no fueron aventureros, pero un arreo los llevaba muy lejos y más lejos de las guerras. (...) Vivieron su destino como en un sueño, sin saber quienes o que eran”.
La Estancia les dio identidad social y cultural; allí, a la par del Estanciero, se consolidaron como hombres de trabajo y de tradiciones, distinguiéndose en las tareas camperas donde se apoyó la prosperidad de nuestro país, que, en la segunda década del siglo XX, fue llamado “el granero y la estancia del mundo”, contándoselo entre las seis naciones mas adelantadas del mundo, tanto en el campo de la economía como en el de la cultura.
El gaucho: descendiente de españoles (era un mestizo, nacido de un hombre blanco y de una india), se constituye en el principio nativo del arquetipo argentino.
El Gaucho de ayer y el Gaucho de hoy sintetizan una única vertiente que el autor Ricardo Guiraldes define como “nuestra raza, hecha de sangre derramada y tierra invicta”.
Por otro lado, el autor Leopoldo Lugones eleva al Gaucho a la condición de “modelo” y lo define así: “La guerra de la Independencia que nos emancipó; la guerra civil que nos constituyó; la guerra con los indios que suprimió la barbarie en la totalidad del territorio; la fuente de nuestra literatura; las prendas fundamentales de nuestro carácter; las instituciones más peculiares, con el caudillaje como fundamento de la federación y la Estancia que ha civilizado el Desierto; en todo esto se destacó el Gaucho como tipo (...)”. Remata este párrafo: “Durante el momento mas solemne de nuestra Historia, la Libertad fue una obra gaucha”.
El Gaucho tiene sólidos principios. Confía en la palabra dada y es fiel a la amistad. Es austero. Cultiva sin alardes el patriotismo. Es ajeno al sectarismo político (no tiene una bandera política) Participa de las creaciones de la estética en sus artesanías, en las que aplica la técnica de platería y también en sus tejidos, en sus trenzados en cuero y trabajos en “aspa” y hueso. Maneja el idioma con propiedad y estilo en su lenguaje habitual, en sus relatos y en sus cuentos de fogón (Payadas. Esto se ve en la obra del Martín Fierro) Es poeta y músico; autor e interprete. Respeta a la mujer; es sobrio y firme en el amor. Pero, por sobre todo, tiene y práctica un código de honor y una conducta de vida a la que no concibe sin Libertad. Y siente el orgullo de ser quién es.