El signo romántico del Martín Fierro
October 26 2010, 9:10 PM
Por María Graciana Castelli
El Martín Fierro es el gran poema nacional de la Argentina. Su personaje es un gaucho, rebelde, perseguido por la ley. Sobre el sentido y la naturaleza de este arquetípico personaje de la literatura latinoamericana se han ensayado diversas aproximaciones. Aquí, en este momento de la sección de Literatura y trascendencia de Temakel, presentamos una aproximación de cuño romántico que María Graciana Castelli ensaya respecto al legendario jinete animado por la pluma de José Hernández.
EN TORNO A LA POESÍA GAUCHESCA
El presente trabajo intentará considerar la vida de José Hernández y su poema "Martín Fierro" como una "totalidad romántica" que esencialmente ejercerá una profunda crítica al período en que comienza a gestarse la organización nacional de la Argentina (1852-1853) y que intentará defender a su héroe finalmente vencido –el gaucho de las pampas-; quien fuese -a mi entender- nuestro cruelmente olvidado "ser nacional". La obra de Hernández se ubica dentro del período que en nuestra literatura se denomina "Gauchesca". No es mi propósito contradecir esto, sino considerar a la poesía gauchesca como la indispensable mediadora entre el poeta –un no gaucho- y su obra como el gesto más genuino, sentido y apasionado de reivindicación y apología de la tradición rural.
A fines del siglo XVIII nace y empieza a desarrollarse en el entonces territorio del Río de la Plata un tipo de literatura de carácter popular, en un comienzo anónima, cuya característica general consiste en proyectar hacia el canto el ámbito rural del país, las costumbres de los hombres de campo, sus personajes típicos, todo ello a través de su tradición y vocabulario. Es lo que llamamos la "gauchesca", y refleja actitudes derivadas de la educación española, tales como el culto por las armas, la habilidad del jinete, y el sentido implícito de la libertad.
Disociada en su origen de la "literatura culta", fue considerada durante mucho tiempo en la Argentina como una forma bárbara, indigna de figurar en el mundo de las "bellas letras". Los primeros en mirarla con simpatía fueron los escritores románticos, atraídos por el tema y, principalmente, por el carácter indómito de su héroe –el gaucho- y por la vigencia de un paisaje nacional recién descubierto. Es una auténtica literatura argentina, nacida primero espontáneamente en nuestros campos y fijada luego en obras de perdurable valor estético por hombres de cultura ciudadana, capaces de descubrir la materia excepcional que ofrecían sus principales componentes:
*Un ámbito geográfico definido: la extensión pampeana
*Un personaje consustanciado con ese ámbito: el gaucho
*Unos atributos inseparables del personaje: el caballo, el mate, el cuchillo, el poncho y la guitarra
*Un móvil de su conducta: el amor a la libertad
*Una forma propia de expresión: el habla rural
*Una situación conflictiva permanente: la antinomia ciudad-campo
Ya desde su mismo nacimiento, la poesía gauchesca fue un elemento de consulta y una manera de plática confidencial entre la gente del pueblo. En esta manifestación verbal se acentuaba el decir pícaro y lo episódico, el suceso histórico -apenas interpretado en el momento de circunstancia-, todo ello difundido mediante el canto. Si bien los payadores habían compenetrado sus composiciones improvisadas o recordadas con el alma popular, el joven género gauchesco experimentó nuevos cambios.
El decir se volvió realista, crudo y convincente, el cual, al ser repetido por el cantar guitarrero, se convirtió en noticia volatinera o suelto de periódico, aprendido con estribillo o melodía. Bartolomé Hidalgo (1788-1822) había encendido con sus "cielitos" la combatividad del canto, reproduciendo, a la vez, con sus "diálogos" la conversación amena entre paisanos.
Estos dos elementos serán luego desarrollados por la literatura gauchesca a través de sus continuadores, cuyo desarrollo estará ya afirmado en una tradición. En muchos casos, el decir jocoso estuvo salpicado por la reflexión o el comentario. No todo lo expresado entre gauchos eran chuzas verbales o requiebros festivos, sino que estaba también la queja mordaz, las múltiples lamentaciones con hechos citados para su confirmación. No se quería usar el canto como un puro juego lírico. Existía un dolor que estaba flotando en la intimidad del verso, de modo que el poeta dejaba las comparaciones aproximativas del lenguaje rural y se imponía la obligación de ser testigo de la verdad, del sufrimiento, de las luchas de la independencia. Lo político y lo social no dejaban de registrar la gracia del estilo, pero actuaban en primer plano.
El pueblo lo entendió así, y aprendía la historia del país o de su comarca natal a través del poema bordoneado en las guitarras. De este modo, los gauchescos cultivaron a la vez el verso sabroso y el polémico. La línea descriptiva de Bartolomé Hidalgo se continuó así con el poeta Hilario Ascasubi (1807-1875), que es autor de una extensa producción lírica reunida luego por su autor en tres gruesos tomos editados en París en 1872. Estanislao Del Campo (1834-1880) lleva a su culminación el juego dialogado de los poetas gauchescos. Todo en un proceso que culminará con Hernández en una pieza cumbre de la literatura gauchesca: el Martín Fierro. A partir de aquí ya quedará bien marcado el rumbo definitivo de la literatura gauchesca, no sólo para el verso sino también para la prosa, entre las que deben incluirse las tentativas dramáticas o narrativas. Así se irán sucediendo más tarde Ricardo Gutiérrez, Martiniano Leguizamón, Benito Lynch, Ricardo Güiraldes, etc.
Dentro de la poesía gauchesca hay que distinguir: la poesía payadoresca, de comunicación puramente oral; la gauchesca propiamente dicha, de transmisión escrita que lleva el género a su culminación, y la poesía nativista, derivada de las anteriores en cuanto a tema y personajes, pero valiéndose instrumentalmente de la lengua culta.
La poesía payadoresca se inscribe en la poesía folclórica por ser oral, pero se diferencia de ésta por ser improvisada. Se la considera eslabón entre la poesía folclórica y la gauchesca propiamente dicha.
Payar es improvisar. El payador –cantor popular errante- canta o cuenta improvisando sobre temas relacionados con su propia vida o con la comunidad a la que pertenece. Cuando lo hacía uno solo, la payada era individual. Pero cuando se reunían dos payadores tenía lugar la payada de contrapunto o payada dual. No había límites de tiempo; la payada sólo cesaba cuando uno de los contendientes se declaraba vencido.
La poesía nativista se aproxima a la folclórica, no sólo por recordar la figura del payador sino, además, por inspirarse directamente en la copla popular y repetir formas estróficas como la décima..
La poesía gauchesca propiamente dicha es aquella escrita por autores conocidos, casi siempre cultos y urbanos, que lo hacen con la misma voz del gaucho, que asumiendo esa personalidad ajena, casi siempre con intenciones políticas antes que literarias, no impide que se logren frutos de indudable valor artístico.
Desde la perspectiva del hombre de campo, dan la visión del mundo que lo rodea y aun del universo todo; mas que imitar, recrean el habla rural en que se expresan los protagonistas. En general, es poesía autobiográfica, en parte del personaje y en parte del propio autor; poesía dialogada, ya sea con un interlocutor directo, ya sea con un supuesto auditorio. En ella alternan los motivos locales con los grandes temas universales: el amor, la vida, la muerte, la amistad, la naturaleza, Dios.
EL GAUCHO
Durante el siglo XVIII, el gaucho representaba a aquellos hombres "sin Dios, sin ley y sin rey". Figuraban en documentos de la época como individuos "errantes", "haraganes", "paseanderos", "desertores", etc. Pero todavía en el siglo XIX, los delitos que se les atribuían (robos de hacienda, pendencias y juego en las pulperías, venta clandestina de cueros) y la presión de los hacendados sobre las autoridades determinaron, que se decretara la captura de esos "vagos y mal entretenidos".
El gaucho resulta caracterizado por un modo peculiar de vida –esencialmente regido por leyes naturales no escritas-, más que por una forma étnica. Se trata, entonces, de un grupo social, de una clase, no de una raza, cuyos elementos físicos están dados por la llanura despoblada y extensa y por el ganado vacuno y caballar. Lucio V. Mansilla lo define como "un tipo generoso, producto del aire libre, el ejercicio varonil del caballo, los campos abiertos, la lucha, el combate diario, el respeto por la fuerza, la aspiración inconsciente de una suerte mejor, la contemplación del panorama físico y social de la patria".
Hábil jinete y criador de ganado, el gaucho se caracteriza por su altivez, su carácter reservado y melancólico. Es sumamente experto en el manejo del caballo y en todos los ejercicios del pastoreo. Es libre e independiente, es hospitalario en su rancho, lleno de inteligencia y de astucia, ágil de cuerpo, enérgico, muy cauto para comunicarse con los extraños, de un tinte poético y supersticioso en sus creencias y lenguaje, y extraordinariamente diestro para viajar solo por los inmensos desiertos del país, procurándose alimentos, caballos, y demás con sólo su lazo y sus bolas
Domingo F. Sarmiento, en su obra "Facundo" (Chile-1845) -en donde una de sus tesis centrales es que el carácter de un pueblo es el efecto de la acción de su geografía-, advierte la complejidad de este tipo y la desglosa en cuatro subtipos del mismo modelo: cantor, rastreador, baqueano y gaucho matrero.
El gaucho rastreador tiene la capacidad de reconstruir escenas invisibles de la llanura pampeana por medio de indicios. Es capaz de "distinguir la huella de un animal, entre miles, y conocer si el mismo va despacio o ligero, suelto o tirado, cargado o de vacío: esta es una ciencia casera y popular..." "... ve el rastro y lo sigue sin mirar, como si sus ojos vieran de relieve esta pisada, que para otros es imperceptible".
El gaucho baqueano "... es el gaucho grave y reservado, que conoce a palmos veinte mil leguas cuadradas de llanuras, bosques y montañas. Es el topógrafo más completo, es el único mapa que lleva un general para dirigir los movimientos de su campaña", "... huele la raíz y la tierra, las masca y, después de repetir este procedimiento varias veces, se cerciora de la proximidad de algún lago, o arroyo salado, o de agua dulce, y sale en su busca para orientarse fijamente", "... el baqueano se para un momento, reconoce el horizonte, examina el suelo, clava la vista en un punto y se hecha a galopar con la rectitud de una flecha, hasta que cambia de rumbo por motivos que sólo él sabe, y, galopando día y noche, llega al lugar designado", "...es capaz de anunciar la proximidad del enemigo, por medio del movimiento de los avestruces, de los gamos y guanacos", "el baqueano conoce la distancia que hay de un lugar a otro; los días y las horas necesarias para llegar a él".
El gaucho matrero (malo), "la justicia lo persigue desde muchos años; su nombre es temido, pronunciado en voz baja, pero sin odio y casi con respeto. Es un personaje misterioso: mora en la pampa; son su albergue los cardales, vive de perdices y mulitas", "Este hombre divorciado con la sociedad, proscripto por las leyes; este salvaje de color blanco, no es, en el fondo, un ser más depravado que los que habitan las poblaciones", "...no es un bandido, no es un salteador; el ataque a la vida no entra en su idea; pero esta es su profesión, su tráfico, su ciencia".
El gaucho cantor, "... es el mismo bardo, el vate, el trovador de la Edad Media, que se mueve en la misma escena, entre las luchas de las ciudades y del feudalismo de los campos, entre la vida que se va y la vida que se acerca. Anda de pago en pago, de tapera en galpón, cantando sus héroes de la pampa...", "... no tiene residencia fija: su morada está donde la noche lo sorprende; su fortuna, en sus versos y en su voz", "la poesía original del cantor es pesada, monótona, irregular, cuando se abandona a la inspiración del momento. Más narrativa que sentimental, llena de imágenes tomadas de la vida campestre, del caballo y las escenas del desierto, que la hacen metafórica y pomposa".
El gaucho es inseparable de la pampa: terreno que satisface su deseo de moverse a sus anchas sin que nada ni nadie le imponga limitación alguna. La pampa es considerada como "geografía superior", como manifestación de lo divino, en la que percibe, siente y se pone en contacto con fuerzas superiores.
Echeverría, en su poema "La Cautiva", encuentra en ese suelo llano e incontrolable; un motivo estético de suma originalidad que le ofrece varios elementos de color local; inmensidad, vegetación peculiar, animales característicos de la región y, sobre todo, el habitante humano –el indio, salvaje y feroz- considerado como puro instinto no sublimado por la razón.La Pampa, escenario romántico por naturaleza, con su planicie ilimitada, hollada por indios y recorrida por gauchos en toda la inmensidad de su extensión, acechada por mil peligros, en conjunción la tierra con el cielo.
EL GAUCHO EN LA HISTORIA
Desde la primera mitad del siglo XVII hasta la segunda del XIX, se produjo la formación de esta clase o proletariado rural nacida en la campaña del litoral y poco a poco olvidada en los planes de las autoridades ciudadanas.
Entre los hombres de la ciudad, el gaucho era el bárbaro. La revolución de 1810 levantó aquella barrera existente entre el recinto urbano y la campaña. En ese momento, los hombres "civilizados" van en busca de esos elementos que consideraban incultos, haciendo un llamado a su pasión por la libertad.
Durante las guerras de la independencia, se consigue la participación, en las primeras campañas libertadoras, de gauchos de la llanura bonaerense y de la Banda Oriental. En esa ocasión, se manifiestan como soldados valientes pero indisciplinados, sumamente eficaces en las tropas de caballería. Así se produce, en la lucha librada en común, un primer acercamiento entre estas dos sociedades, hasta entonces mutuamente vueltas de espaldas.
Superada la circunstancia histórica, el gaucho retorna a su refugio pampeano. A medida que pasa el tiempo, se va ahondando la tradicional división entre los hombres de una misma tierra pero de ambientes opuestos, por no reconocerse el gaucho en una sociedad que desvirtuaba cada vez más el modelo español originario, como consecuencia de la influencia extranjera llegada por el puerto.
Ya empieza a ser aquí la clase desplazada, según el testimonio de la naciente poesía gauchesca, que se hace eco de su queja dolorida por la "ingratitud ciudadana".
De 1830 a 1850, el gobierno de Rosas abre un paréntesis favorable para el gaucho. El Restaurador, aunque nacido en la culta Buenos Aires, tiene estancias en propiedad, conoce bien la campaña bonaerense y estima a los gauchos, que a su vez, lo respetan y admiran.
A partir de 1853, la suerte del gaucho sufre un duro revés. Al cambiar la situación política –caída del gobierno de Rosas tras la Batalla de Caseros-, el nuevo gobierno de Buenos Aires, progresista y europeizante, se siente limitado y retardado por el elemento rural. Por no someterse a sus exigencias ni adaptarse al ritmo febril que invade las esferas gubernamentales, el gaucho es desplazado primero y finalmente olvidado. En el período de la organización nacional, la ciudad impone a la campaña una nueva estructura política: el gaucho, en conflicto con las autoridades e instituciones, resulta vencido en nombre de los superiores intereses de la nación.
UNA TOTALIDAD ROMÁNTICA:
"JOSÉ HERNÁNDEZ Y EL MARTÍN FIERRO"
Respondiendo a la tesis planteada en este trabajo, a continuación destacaré aspectos románticos de la biografía de José Hernández y de su obra cumbre dentro de la literatura argentina –el "Martín Fierro"-. Considero imposible indagar el romanticismo en la vida del poeta sin tener en cuenta su creación, ya que la misma alude a una " imagen del deseo" proyectada por el artista en la obra. Esta "imagen del deseo" no solo es la autorrepresentación de un individuo –Hernández- sino también la "imagen de un deseo colectivo", de una "subjetividad generalizada": la de "el vencido pueblo de los gauchos rioplatenses" a los que Hernández, apasionadamente, les presta su voz.
En esta denuncia social y apología del gaucho, el poeta también defiende las tradiciones, costumbres, y caracteres propios que conforman el espíritu nacional amenazado por la influencia extranjera –principalmente de Europa-, en un intento de afianzar las raíces del pueblo y la propia identidad de la Nación.
En esta totalidad romántica que florece de la química entre el poeta y su obra, la poesía gauchesca va a cumplir un rol fundamental: el de mediadora de dos mundos –el campo y la ciudad-. La genialidad con que Hernández hace uso del lenguaje rural nos va a confirmar que no se trata de un hombre de cultura urbana que va a hablar del gaucho como algo lejano, salvaje y bárbaro; sino de un no-gaucho que saliendo de su propia piel va a fundirse en el corazón de aquel gaucho que le presta sus pensamientos, pasiones y sentimientos; reivindicándolo como legítimo "ser nacional".
BIOGRAFÍA ROMÁNTICA DE HERNÁNDEZ
Para comprender el contexto histórico dentro del cual se debaten la vida del poeta y su obra, hay que situarse en el período que va de 1852 a 1872. En 1853 –una año después de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros-, se produce la llamada "Organización Nacional", sustentada por la Constitución liberal de ese mismo año. De este modo, se abren las puertas de la Argentina al poblador extranjero (inmigrantes europeos), al que, por esa única condición, se considera superior al habitante nativo.Empieza a operarse una transformación en los campos político, social y económico. Se entra en un período de desmedido progresismo europeo, que poco a poco se hace visible en la actitud del hombre de ciudad con respecto al del campo.
Para esta época ya han retornado al país los exiliados en los tiempos de Rosas que rápidamente se vuelcan al quehacer político, polarizándose en torno a dos figuras: Mitre y Urquiza. El primero personifica la esencia del porteñismo, y el segundo representa a la onfederación. Mientras tanto, la ciudad porteña comienza a endulzarse con la moda europea.
Se suceden en la presidencia Urquiza, Derqui, Mitre y Sarmiento. Poco a poco va acentuándose la hegemonía de Buenos Aires, y los hombre de la capital –mirando hacia el viejo mundo- daban la espalda al resto del país mientras en el interior mantenían su federalismo. La división ya empezaba a partir de la pampa bonaerense, cuya proximidad con Buenos Aires hacía manifiesta la oposición ciudad-campo –el sarmientino lema "civilización versus barbarie-.
Es este el contexto histórico que Hernández manifiesta en el Martín Fierro.
La vida de Hernández se caracterizó por su lucha política. En 1858, junto con varios opositores al gobierno de Alsina emigró a Paraná, intervino en la batalla de Cepeda y también en la de Pavón en el bando de Urquiza.
Debido a los continuos enfrentamientos civiles durante los año ´50 y ´60 se vio obligado a trasladarse de Buenos Aires: vivió en Entre Ríos, Rosario, Brasil y en Montevideo. También militó en la Triple Alianza durante la guerra contra el Paraguay
Inició su labor periodística en el diario "el Nacional Argentino", con una serie de artículos en los que condenaba el asesinato de Vicente Peñalosa. En 1868 editó el diario El Eco de Corrientes y un año más tarde, fundó el diario El Río de la Plata en donde publicó artículos referidos a la cuestión del gaucho y de la tierra, la política de fronteras y el indio. En Entre Ríos, participó en el levantamiento del Coronel López Jordán contra el gobierno de Sarmiento, la derrota provoca su traslado al Brasil; y de regreso a Buenos Aires (1872) –en el Gran Hotel Argentino- terminó de escribir "El Gaucho Martín Fierro", publicado finalmente a fines del mismo año. Su inesperado éxito, lo llevó en 1879 a publicar la segunda parte del poema: "La Vuelta del Gaucho Martín Fierro". En 1881 publica su "Instrucción al Estanciero" y en 1885 es elegido senador.
El 21 de octubre murió en su casa de Belgrano. Sus últimas palabras fueron: Buenos Aires, Buenos Aires...
Hernández fue cuatro cosas en su vida: militar, político, periodista y poeta. Puso al servicio de los gauchos su genio, su pasión, su razón y su corazón. Por esta causa vivió, en reiteradas ocasiones, la condición –naturalmente romántica- de expatriado por motivos políticos, en donde debe alejarse de sus afectos y de su tierra. Tomó siempre el camino de las pérdidas, y su campaña militante en los ejércitos se caracteriza por sucesivas derrotas. Lo cierto es que su política actuó siempre en oposición al gobierno y reivindicó la causa de la que él mismo llamó: "clase desheredada de nuestro país".
Hernández fue un hombre de ciudad que conocía el campo –vivió varios años con su padre en una Estancia cuando era niño-, un hombre que conocía al gaucho, sus costumbres, virtudes, defectos, necesidades, sufrimientos y quejas. Era un hombre que confiaba en el gaucho de las pampas porque supo descubrir positivamente en él sus cualidades innatas, sus "incultos" y poco convencionales saberes. Su fenomenal creación artística no habla sólo de un gaucho perseguido, matrero. Este gaucho perseguido -que las autoridades mismas lo llevan a convertirse en matrero- es la sociedad nacional de aquellos tiempos. La denuncia social del poema hernandiano ataca la desigual aplicación de la ley en la ciudad y en el campo, la política inmigratoria –que poco a poco marginaba al habitante nativo-, la cuestión indígena y el servicio de fronteras.
El Martín Fierro es el momento más conmovedor de la vida del poeta Hernández. Su pasión, su pensamiento y su genio creador se unifican para darle voz al gaucho y defender la identidad cultural de nuestro territorio, aquellas raíces gauchescas que conocían nuestra tierra porque solo podían ser en comunión con ella. Hernández es el testimonio de un luchador que se entregó a sus pasiones y proyectó en su poema el drama padecido por quien fuese nuestro "ser nacional".
EL "MARTÍN FIERRO"
La historia de Fierro vertebra el poema de Hernández. Fierro cuenta en primera persona su historia y en ella va estableciendo relaciones con los demás personajes que ejemplifican como se va dando este proceso de aniquilación del gaucho.
En esta totalidad poética hay una alternancia de narradores (Fierro, Cruz, los hijos, el narrador omnisciente que puede identificarse con Hernández) que a modo de contrapunto conforman una unidad que explicita la denuncia del poeta, ya que todos comparten el mismo denominador: lo que se cuenta es la historia y el destino del gaucho, es una crítica que comienza a tomar forma en el momento que se empieza a debatir la Organización Nacional de nuestro país. El personaje del gaucho, que tiene en Fierro su paradigma, es el punto subjetivo desde el cual, con una sensibilidad romántica, Hernández construye la crítica a la realidad de su tiempo.
MARTÍN FIERRO: ARQUETIPO DEL SER NACIONAL
Hernández construye a Fierro con características similares a las de un héroe romántico. Este personaje es el modelo que reúne en sí las características de un tipo -el del gaucho que habitaba la llanura pampeana-, y expresa la vida heroica del grupo al que pertenece.
El gaucho payador canta de manera humana su lucha por la libertad, se enfrenta a las adversidades, denuncia y da testimonio de las injusticias. Inadaptado al tiempo y a la situación que le toca vivir se siente desubicado dentro del contexto histórico en que se desenvuelve su vida. Protesta y se rebela contra un orden establecido, rechaza y es rechazado por la sociedad en la que le toca vivir. Reacio a sujetarse a normas y convencionalismos, se resiste a obedecer las disposiciones vigentes.
Mi gloria es vivir tan libre En medio de mi inorancia
como el pájaro del cielo; conozco que nada valgo:
no hago nido en este suelo soy la liebre o soy el galgo
ande hay tanto que sufrir, asigún los tiempos andan;
y naides me ha de seguir pero también los que mandan
cuando yo remuento el vuelo. deberían cuidarnos algo.
Es el pobre en su orfandá
de la fortuna el desecho,
porque naides toma a pechos
el defender a su raza;
debe el gaucho tener casa,
escuela, iglesia y derechos.
A lo largo del poema, el personaje evoca nostálgicamente un pasado mejor, perdido –la vida en la estancia-. Suspira por aquel tiempo y lo recuerda a cada momento.
Yo he conocido esta tierra ¡Cuántas veces al cruza
en que el paisano vivía en esa inmensa llanura,
y su ranchito tenía al verse en tal desventura
y sus hijos y mujer... y tan lejos de los suyos,
Era una delicia ver se tira uno entre los yuyos
cómo pasaba sus días. A llorar con amargura!
Tuve en mi pago en un tiempo Y las aguas serenitas
hijos, hacienda y mujer, bebe el pingo, trago a trago,
pero empecé a padecer, mientras sin ningún halago
me echaron a la frontera pasa uno hasta sin comer
¡y qué iba a hallar al volver! por pensar en su mujer,
tan sólo hallé la tapera. en sus hijos y en su pago.
De espíritu independiente, Fierro es amante de la libertad y, sin embargo, a lo largo de la historia su condición de "exiliado" se repite en tres oportunidades: la primera, como víctima de la leva; la segunda, cuando decide,junto a su amigo Cruz, buscar refugio entre los salvajes –gaucho perseguido- ; la tercera, cuando, por haber dado muerte a un indio, peligra su vida y cruza en sentido inverso la frontera.
Es triste dejar sus pagos
y largarse a tierra ajena
llevándose la alma llena
de tormentos y dolores;
mas nos llevan los rigores
como el pampero a la arena.
El personaje se expresa en primera persona: hace de su vida y su experiencia individual una representación de la realidad del gaucho (hay una expansión del personaje de lo individual a lo universal). El lenguaje que utiliza es un español arcaico y si se toma en cuenta los diferentes niveles de la lengua, el poema es un claro exponente del nivel de lengua rural, de un habla profundamente localista.
Aquí me pongo a cantar Pues son mis dichas desdichas,
al compás de la vigüela, las de todos mis hermanos;
que el hombre que lo desvela ellos guardarán ufanos
una pena estrordinaria, en su corazón mi historia
como la ave solitaria me tendrán en su memoria
con el cantar se consuela. para siempre mis paisanos.
De acuerdo con su particular filosofía –la de la experiencia vivida-, Fierro considera que lo que caracteriza al hombre es su sufrimiento, su desdicha. Constantemente lo persigue una sensación de soledad y desamparo, ya que en su tiempo ser gaucho era considerado un delito. Fierro, más que un sujeto de ese nombre, es un gaucho; es "el" gaucho y, como tal, está llamado desaparecer por razones de alta política de la época.
Junta esperencia en la vida Él anda siempre juyendo,
hasta pa dar y prestar siempre pobre y perseguido;
quien la tiene que pasar no tiene cueva ni nido,
entre sufrimiento y llanto, como si juera maldito;
porque nada enseña tanto porque el ser gaucho... ¡barajo!
como el sufrir y el llorar. el ser gaucho es un delito.
Bala el tierno corderito
Al lao de la blanca oveja
Y a la vaca que se aleja
Llama al ternero amarrao;
Pero el gaucho desgracio
No tiene a quien dar su queja.
El gobierno es para el gaucho un verdadero sistema opresivo que lo persigue, lo desgarra del hogar, de su parcela de tierra, de sus hijos; que lo desposee de sus bienes y no le atribuye el trabajo que realiza. Es el verdadero causante de todas sus desdichas y males.
Hernández está en pugna con la organización social de su época, y su personaje se siente inadaptado a un régimen cuyos dirigentes desprecian al hombre de campo o, cuando al menos, son indiferentes y sólo les interesa su valor como votante:
El nada gana en la paz
y es el primero en la guerra:
no le perdonan si yerra,
porque el gaucho en esta tierra
solo sirve pa´ votar.
EL DESTINO DEL GAUCHO
Y ya con estas noticias
mi relación acabé;
por ser ciertas las conté,
todas las desgracias dichas:
es un telar de desdichas
cada gaucho que usté ve.
Hernández sabe cual es la suerte del gaucho: Martín Fierro –como protagonista-, Cruz, Picardía y los hijos de Fierro. Todos pueden ser considerados distintas modalidades de un mismo tipo social –marginado por la clase polítca- cuya extinción denuncia el poeta. Sus historias confirman la voz acallada por el proyecto modernizante de nación centrado básicamente en la "teoría del trasplante" según la cual el progreso hacia el mundo civilizado estaba principalmente asegurado por la sustitución del gaucho por el inmigrante europeo.
Ninguno me hable de penas, Sin punto ni rumbo fijo
porque yo penando vivo, en aquella inmensidá,
y naides se muestre altivo entre tanta ocuridá
aunque en el estribo esté, ana el gaucho como duende;
que suele quedarse a pie allí jamás lo sorpriende
el gaucho más alvertido. dormido la autoridá.
Si uno aguanta, es gaucho bruto; Vive el águila en su nido
si no aguanta, es gaucho malo, el tigre en la selva,
¡Déle azote, déle palo, el zorro en la cueva ajena,
porque es lo que él necesita! y, en su destino incostante,
de todo el que nació gaucho sólo el gaucho vive errante
ésta es la suerte maldita. dónde la suerte lo lleva.
Dice Cruz a Fierro:
Amigazos, pa sufrir Yo nunca me he de entregar
han nacido los varones; a los brazos de la muerte;
éstas son las ocasiones arrastro mi triste suerte
de mostrarse un hombre juerte, paso a paso y como pueda,
hasta que venga la muerte que dónde el hábil se queda
y lo agarre a coscorrones. se suele escapar la juerte.
Todos se güelven proyectos
de colonias y carriles,
y tirar la plata a miles
en los gringos enganchaos...
Con sentido fatalista, Fierro se rinde a un destino que, ineludiblemente, ha de cumplirse. Lo imposible de esquivar es la predestinación: para el gaucho los días están contados y no habrá poder capaz de salvarlo.
Claro está que la "suerte" del gaucho es un padecer permanente –de forma clara lo dice Cruz: Amigazos, pa´sufrir/ han nacido los varones-. El "ser gaucho" es un sufrimiento, es un delito, es un estado de infelicidad y de tragedia que solo desaparece cuando se evoca el pasado –"aquellos tiempos mejores"-.
La creación de Hernández, toma como eje principal el destino de Martín Fierro, y a partir de ahí, reconstruye la realidad del gaucho en la Argentina y realiza su crítica más severa al gobierno: las necesidades e intereses de la comunidad rural no coinciden con los del gobierno urbano, cuando éste tiene la obligación política y moral de atender los reclamos del campo.
Dice Hernández en su Instrucción al Estanciero (1881): "Si el país necesita la introducción del elemento europeo, necesita también y con urgencia la fundación de colonias agrícolas para elementos nacionales". "...Cuatro o seis colonias de hijos del país harían más beneficios, producirían mejores resultados que el mejor régimen policial y que las más severas disposiciones sobre lo que se ha dado en clasificar de vagancias". "... Persígase al vicioso, castíguese al culpable, pero no hagamos culpables, por violencia de las cosas, a los que no lo son por su naturaleza ni su índole".
Es importante destacar que en la primera parte del poema de Hernández –"El Gaucho Martín Fierro" (1872)-, el personaje adopta una actitud activa e intenta revelarse contra su destino. Mientras que en la segunda – "La vuelta de Martín Fierro" (1879)-, sus días ya están contados e intenta adaptarse al sistema –ahora pide trabajar y vivir en paz-.
He visto rodar la bola
y no se quiere parar;
al fin de tanto rodar
me he decidido venir
a ver si puedo vivir
y me dejan trabajar
Este intento de reinserción se aprecia claramente en los consejos que, antes de separarse, Fierro le da a sus hijos y a Picardía –hijo de su difunto amigo Cruz-:
El trabajar es ley, Debe trabajar el hombre
porque es preciso alquirir; para ganarse su pan;
no se espongan a sufrir pues la miseria en su afán
una triste situación: de perseguir de mil modos,
sangra mucho el corazón llama en al puerta de todos
del que tiene que pedir. Y entra en la del haragán.
Y les doy estos consejos,
que me ha costado alquirirlos,
porque deseo dirigirlos;
pero no alcanza mi cencia
hasta darles la prudencia
que precisan pa seguirlos.
Estas cosas y otras muchas,
medité en mis soledades;
sepan que no hay falsedades
ni error en estos consejos:
es la boca de un viejo
de ande salen las verdades.
Sin embargo, a pesar de este último intento de adaptación a una sociedad que le es hostil, el final del poema nos anuncia simbólicamente la aniquilación del gaucho. Tanto Fierro, como sus hijos y el de Cruz, deciden, al separarse, cambiar su nombre. Personalmente considero que este último gesto de los personajes alude a un "morirse para volver a nacer", a un "suicidio" necesario como único camino de salvación. El cambiarse los nombres simboliza un "no ser" del gaucho, la pérdida de la propia identidad, el desmembramiento paulatino de una tradición que desaparece a causa de un proyecto de nación que no lo tuvo en cuenta y que hizo a un lado su "ser nacional".
EL MARTÍN FIERRO Y LA NATURALEZA
La Pampa: escenario romántico por naturaleza, con su planicie ilimitada, hollada por indios y recorrida por gauchos en toda la inmensidad de su extensión, acechada por mil peligros, en conjunción la tierra con el cielo.
El gaucho desarrollaba su vida en este medio alimentándose, fundamentalmente, de la carne de las reses, ya que los patrones le permitían que se mataran los animales siempre que se dejara el cuero. Una vez que se crea la industria del saladero, la carne comienza a tener gran importancia económica: el gaucho no tiene más camino que adaptarse al nuevo sistema y convertirse en peón de los saladeros que comienzan a proliferar por toda la región. A partir de entonces, comienza a perder lo único suyo que le quedaba: su libertad.
Les tiene el hombre cariño
y siempre con alegría
ve salir las Tres Marías,
ue si llueve, cuanto escampa
las estrellas son la guía
que el gaucho tiene en la pampa.
En cuanto a la relación del gaucho con la naturaleza pampeana, los personajes del poema hernandiano conciben para sí y en sí un alma que experimenta intensamente el amor por la naturaleza. Plantea una relación –de características fuertemente románticas- de comunicación del Uno con el Todo. Fierro consume sus emociones y sus dolores en aquel paisaje que le da libertad –plantas, animales, geografía-. Es sumamente intuitivo y confía a ciegas en la sabiduría divina que le brinda la naturaleza. Ella es su maestra, su consejera, su confesora, su cómplice ante el peligro, su cama y su abrigo, aquella que escucha sus penas y alivia sus sufrimientos.
La naturaleza pampeana es parte del gaucho, y como tal, lo configura, lo complementa y lo llena de virtudes.
Ansí me hallaba una noche Para mi el campo son flores
contemplando las estrellas, dende que libre me veo;
que le parecen más bellas donde me lleva el deseo
cuanto uno es más desgraciao allí mis pasos dirijo,
y que Dios las haiga criao y hasta en sombras, de fijo
para consolarse en ellas. que a dondequiera rumbeo.
Al igual que en el Facundo de Sarmiento, en el poema de Hernández encontramos los cuatro subtipos del modelo del gaucho: el baqueano, el rastreador, el cantor, el matrero; reunidos en el prototipo de Martín Fierro.
Dice Fierro:
Dios le dio instintos sutiles
a toditos los mortales;
el hombre es uno de tales,
y en las llanuras aquellas
lo guían el sol, las estrellas;
el viento y los animales.
No hemos de perder el rumbo Como lumbriz me pegué
Los dos somos güena yunta: al suelo para escuchar;
El que es gaucho va ande apunta, pronto sentí retumbar
Aunque inore ande se encuentra; las pisadas de los fletes,
Pa el lao que el sol de dentre y que eran muchos jinetes
Dueblan los pastos la punta . concocí sin vacilar.
Tampoco a la sé le temo, Cantando me he de morir,
Yo la aguanto muy contento, cantando me han de enterrar,
Busco agua olfatiando el viento, y cantando he de llegar
Y dende que no soy manco al pie del Eterno Padre;
Ande hay duraznillo blanco dende el vientre de mi madre
Cabo y la saco al momento. viene a este mundo a cantar.
En el poema, Fierro pide permanentemente auxilio divino, invoca una divinidad tutelar y recurre a ella tanto en las alegrías y como en las penas. En el poema existe una comunicación directa entre hombre, Dios y naturaleza.
Pido a los santos del cielo
que ayuden mi pensamiento:
les pido en este momento
que voy a cantar mi historia
me refresquen la memoria
y aclaren mi entendimiento.
CONCLUSIÓN
El debate por el Proyecto de Nación en el territorio argentino se instala recién después de la Batalla de Caseros (1852). Desde 1810 hasta 1852, el debate estaba restringido al plano de lo político por los enfrentamientos entre Unitarios y Federales.
A partir de 1852, el mismo Alberdi del Salón Literario y Sarmiento propondrán un modelo de Nación Europeizante descalificando la tradición indígena y española a la que, como es el caso de Sarmiento, se la identifica con la barbarie.
Es en esta confrontación (civilización-barbarie) en la que se inscribe la polémica de Hernández con sus contemporáneos. Su apología del gaucho denuncia la inminente aniquilación de una tradición nacional sobre la cual se había gestado el espíritu de Mayo y el ideal de Independencia por parte de aquellos hombres que proponían tanto el transplante étnico (Alberdi) como cultural (Sarmiento).
La contradicción civilización-barbarie / campo-ciudad, da pie a la actitud Romántica de Hernández que en unidad con su obra, reivindica la conciencia del "ser" frente a la conciencia del "deber ser".
Para los partidarios de la civilización, el "ser nacional" debe ser conformado según el modelo de aquellos pueblos que están insertos en el "seguro camino del progreso".
Para Hernández el "ser nacional" ya "es", se rescata en las tradiciones rurales, se articula bajo la forma espontánea de la poesía del gaucho, y la misión del poeta va a ser difundirla.
En esta "totalidad Romántica" planteada entre Hernández y su obra, lo gauchesco –la poesía gauchesca con su impecable trascripción de las formas por parte del autor- va a ser la mediación, la tradición que destaca el espíritu nacional, el instrumento mediante el cual el poeta se libera de su condición de hombre de ciudad para representar –esencial y pasionalmente en Fierro- la realidad como realmente era: un proyecto que autodestruía las raíces de nuestra identidad nacional.
Martín Fierro confirma la popularidad de una forma tradicional –la gauchesca-, realiza una denuncia sobre la condición del gaucho, y la transformación literaria del saber y la experiencia rurales. La confluencia de estos factores en el poema produce un efecto literario y a la vez ideológico. La ideología romántica de Hernández se caracteriza por la sensibilidad que percibe y reivindica el "espíritu nacional". (*)
(*) Fuente: Trabajo realizado por María Graciana Castelli en el contexto de la materia Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
* HERNÁNDEZ, JOSÉ: Martín Fierro, "El Gaucho Martín Fierro", Canto I, v. 95. Buenos Aires, 2000. Edición, Introducción y notas de María Teresa Bella y Jordi Estrada. Editorial Planeta, Biblioteca La Nación.
* LUDMER, JOSEFINA: El Género Gauchesco. Buenos Aires, 2000. Editorial: Libros Perfil S.A.
* CASULLO, FORSTER, KAUFMAN: "Itinerarios de la Modernidad", Teórico n*13. Buenos Aires, 1999. Primera Edición. Editorial Universitaria de Buenos Aires
* SARMIENTO, Domingo F.: "Facundo". Capítulo II. Buenos Aires, 1979. Editorial: Centro Editor de América Latina
* ANGEL RAMA, Los gauchipolíticos rioplatenses. Buenos Aires, 1982. Editorial: Centro Editor de América Latina.
* ERIC HOBSBAWM: La era de la Revolución 1789-1848. Buenos Aires, 1998.
* GRAMUGLIO, SARLO: Historia de la Literatura Argentina. Tomo XXIII-XXXIV. Buenos Aires, 1979. Editorial: Centro Editor de América Latina.