La vuelta del Martín Fierro, Canto XXXIII

Después a los cuatro vientos

los cuatro se dirijieron;

una promesa se hicieron

que todos debían cumplir;

mas no la puedo decir,

pues secreto prometieron.

 

Les advierto solamente

y esto a ninguno le asombre

pues muchas veces el hombre

tiene que hacer de ese modo

convinieron entre todos

en mudar allí de nombre.

 

Sin ninguna intención mala

lo hicieron, no tengo duda;

pero es la verdá desnuda,

siempre suele suceder:

aquél que su nombre muda

tiene culpas que esconder.

 

Y ya dejo el estrumento

conque he divertido a ustedes;

todos conocerlo pueden

que tuve costancia suma:

éste es un botón de pluma

que no hay quien lo desenriede.

 

Con mi deber he cumplido

y ya he salido del paso:

pero diré, por si acaso,

pa que me entiendan los criollos:

todavía me quedan rollos

por si se ofrece dar lazo.

 

Y con esto me despido

sin espresar hasta cuándo:

siempre corta por lo blando

el que busca lo siguro;

mas yo corto por lo duro,

y ansí he de seguir cortando.

Vive el águila en su nido,

el tigre vive en la selva,

el zorro en la cueva agena,

y, en su destino incostante,

sólo el gaucho vive errante

donde la suerte lo lleva.

 

 

Es el pobre en su orfandá

de la fortuna el desecho

porque naides toma a pechos

el defender a su raza;

debe el gaucho tener casa

escuela, iglesia y derechos.

 

Y han de concluír algún día

estos enriedos malditos;

la obra no la facilito

porque aumentan el fandango

los que están, como el chimango,

sobre el cuero y dando gritos.

 

Mas Dios ha de permitir

que esto llegue a mejorar,

pero se ha de recordar

para hacer bien el trabajo

que el fuego, pa calentar,

debe ir siempre por abajo.

 

En su ley está el de arriba

si hace lo que le aproveche;

de sus favores sospeche

hasta el mesmo que lo nombra:

siempre es dañosa la sombra

del árbol que tiene leche.

 

Al pobre al menor descuido

lo levantan de un sogazo;

pero yo compriendo el caso

y esta consecuencia saco:

el gaucho es el cuero flaco,

da los tientos para el lazo.

 

Y en lo que esplica mi lengua

todos deben tener fe;

ansí, pues, entiéndanmé,

con codicias no me mancho:

no se ha de llover el rancho

en donde este libro esté.

 

Permítanmé descansar,

¡pues he trabajado tanto!

En este punto me planto

y a continuar me resisto;

éstos son treinta y tres cantos,

que es la mesma edá de Cristo.

Y gualden estas palabras

que les digo al terminar:

en mi obra he de continuar

hasta dárselá concluida,

si el ingenio o si la vida

no me llegan a faltar.

 

Y si la vida me falta,

ténganló todos por cierto,

que el gaucho, hasta en el desierto

sentirá en tal ocasión

tristeza en el corazón

al saber que yo estoy muerto.

Pues son mis dichas desdichas,

las de todos mis hermanos;

ellos guardarán ufanos

en su corazón mi historia;

me tendrán en su memoria

para siempre mis paisanos.

 

Es la memoria un gran don,

calidá muy meritoria;

y aquéllos que en esta historia

sospechen que les doy palo,

sepan que olvidar lo malo

también es tener memoria.

 

Mas naides se crea ofendido,

pues a ninguno incomodo;

y si canto de este modo

por encontrarlo oportuno,

NO ES PARA MAL DE NINGUNO

SINO PARA BIEN DE TODOS.

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